sábado, 6 de noviembre de 2010

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Soy ciudadano español, de ese país que está (según nuestro mapa mundi) en el centro del mundo, con una historia amplia, con luces y con sombras y que siempre ha sido juzgada por foráneos o por aspirantes a ello. Dando los resultados que todos conocemos y permaneciendo como país acomplejado y dividido por la vergüenza ajena.
Como muestra un botón. Es preferible culpar, señalar antes de asumir la propia responsabilidad. Se es inflexible con los demás y olvidadizo con uno mismo. En la ciudad andaluza de la que soy originario se están llevando a cabo unas obras de cierta entidad para la construcción y puesta en marcha de una especie de "metro ligero" lo que está produciendo graves problemas en el tráfico y en la accesibilidad normal en la ciudad. El Ayuntamiento de la misma, ante el creciente malestar de la población por los crecientes problemas, ha decidido tomar una medida inteligente, rápida y eficaz en más de un sentido.
Han realizado un impactante anuncio en las televisiones locales donde viene a decir "la culpa de todo esto es de la Junta de Andalucía, que quede bien claro". El mensaje es rotundo, sin ambigüedad, solucionar, soluciona poco, pero eso sí, queda claro quien es el culpable del suplicio (Veremos que pasa cuando se inaugure el invento).
No voy a hablar de colores políticos ya que encontramos ejemplos  similares con colores cambiados y que seguiremos enumerando. Lo único que quiero hacer notar, y evocando el post anterior, es que las oligarquías en según que sitios llega un momento que por su propia endogamia (recuérdese los Austrias en España) se vuelven no ya mediocres, si no inferiores y dañinas, y llega un momento en que hay que derribarlas y construir algo nuevo.

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